miércoles, 15 de abril de 2015

Pintura

Clasificación de las pinturas romanas

Un erudito alemán, Mau, consiguió a finales del siglo XX establecer una clasificación de las pinturas murales pompeyanas que ha resultado valedera para toda la extensión del mundo romano y resistido en general a todas las críticas. En el siglo II a.C. y en los primeros años del primero, imperaba el primer estilo, procedente de la cuenca oriental del Mediterráneo; los decoradores se esforzaban, con ayuda de estucos pintados, en dar la impresión de un chapado de mármol precioso. 

Hacia el año 80 a.C. se produce una revolución capital: el pintor representa primero una columnata que da la impresión de hallarse delante de la pared y no tarda en sugerir al fondo de ésta lejanas perspectivas de un mundo misterioso que se extiende hasta el infinito. Este segundo estilo se prolonga con enriquecimientos y compilaciones cada vez más refinadas hasta cerca de nuestra era. Pero este desencadenamiento de la fantasía no gustaba a las gentes sensatas; el arquitecto Vitrubio, que escribió entre los años 30 y 20 a.C., ha dejado de él una crítica virulenta, notable ejemplo de protesta del clasicismo contra el espíritu barroco. 
Pompeya. Segundo estilo.


Así, pronto vemos aparecer el tercer estilo, que reacciona contra el ilusionismo y el "surrealismo" del II; la pared se cierra de nuevo y se ordena juiciosamente, según un ritmo tripartito. Es este estilo tercero el que ha suscitado más controversias entre los especialistas; algunos y no de los más insignificantes, como Ippel y L.Curtius se han negado a ver en él algo que no fuera una tendencia particular que en lugar de suceder cronológicamente al estilo segundo, se hubiera desarrollado paralelamente a él. Debemos citar aquí un caso especial que pone de manifiesto las trampas que la "naturaleza arqueológica" puede tener a veces a los más entendidos. Existe en el Palatino un grupo de construcciones anteriores que fueron sepultadas intactas por el arquitecto de la residencia imperial. Una de estas habitaciones está adornada con pinturas del segundo estilo, cuyos temas están copiados, casi en su totalidad, del arte egipcio: se ven en dichas pinturas no solo paisajes del Nilo, sino numerosas escenas del culto de Isis, donde intervienen dioses con cabeza de animal y personajes vestidos a la moda faraónica. El tercer estilo se prolonga hasta el reinado de Nerón, pero este príncipe romántico, apasionado por el arte y medio loco, abriría de nuevo de par en par las puertas del sueño y la fantasía cerradas por el juicioso Augusto. Bajo su reinado, las paredes se cubren nuevamente de decoraciones extravagantes y suntuosas inspiradas por ese teatro del que estaba enamorado el emperador hasta el punto de no distinguir el universo ficticio de la escena y el mundo real.

El magnífico palacio que se hizo construir sobre las ruinas de la Roma incendiada, con sus lagos, sus bosques, sus ciudades imaginarias y sus salas trucadas por mil máquinas ingeniosas. La difusión del cuarto estilo prueba que, contrariamente a lo que hayan podido escribir los historiadores del partido senatorial, Nerón ejerció una profunda influencia y una poderosa atracción sobre sus súbditos, y que en el terreno estético al menos, la inmensa mayoría no vaciló en seguirle.




El mosaico

Mosaico hallado en Palencia.
A partir de la destrucción de Pompeya, la historia de la pintura romana se hace más imprecisa por falta de documentos suficientes, pero otro arte pictórico toma entonces el relevo; el mosaico, nacido en Grecia en el siglo V a.C., pero formado entonces de guijarros sin pulimentar, elevado luego a la dignidad de un arte de lujo en la época helenística, y por último, generalizado y vulgarizado por los romanos. Hasta finales del siglo I el mosaico romano de suelo está compuesto casi exclusivamente de sencillos motivos geométricos, negros sobre fondo blanco. A partir del siglo II el repertorio se enriquece y sobre todo se diversifican las escuelas: en tanto que los talleres italianos continúan dibujando en blanco y negro motivos con frecuencia inspirados ahora en el reino vegetal, o en figuras humanas y animales, los de África del Norte tratan tratan temas análogos en color. Los mosaicos de Siria, también policromos, están compuestos según principios diferentes, más afines a la estética clásica que los que prevalecían en África. Existen, por otra parte, numerosos puntos dudosos en la cronología de este arte, que dan origen a vivas discusiones, como las relativas, por ejemplo, al conjunto de Piazza Armerina. Para ponerles término, un coloquio celebrado en París en 1963 instituyó una cooperación internacional que permitirá confeccionar un Corpus general análogo al existente para la cerámica, pero cuyo equivalente respecto a las pinturas murales no se ha realizado todavía, y sólo en parte por lo que se refiere a las esculturas. 





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