La economía del Imperio Romano estuvo marcada por la agricultura y el comercio. A su vez, cobraba gran importancia la presencia de esclavos, gente que vivía en territorios
conquistados por Roma y que trabajaba sin ningún tipo de remuneración a cambio.
Existieron grandes haciendas donde se controlaba el cultivo de vid, cereales y oliva, hecho que
imposibilitó el comercio a pequeños agricultores.
Dentro de la ciudad el trabajo manual y el comercio no
estaban vistos con mucha consideración por lo que eran propios de clases
sociales inferiores. No obstante el número de talleres artesanales y comercios era
enorme en el Imperio Romano, pudiendo encontrar ejemplos como:
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Tejedores
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Alfareros
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Zapateros
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Herreros
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Tintoreros
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Vidrieros
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Orfebres
La moneda
romana no era impuesta en todo el territorio, pero si tenía curso legal. Se
comenzó utilizando el trueque pero la invasión del territorio Heleno hizo que
se comenzara a utilizar el sistema monetario. Se cree que las primeras
monedas estaban hechas de bronce.
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Las principales exportaciones fueron el aceite y el vino.
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Algunos comerciantes se reunían por gremios, lo
cual estaba reflejado en la ley
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Los ciudadanos debían de pagar impuestos: un diezmo de los productos obtenidos por la tierra
y las cosechas y 1/20 parte de todas las mercancías con las que hicieran
negocio. Existían ciudades o territorios en las cuales se estaba exento de este
tipo de pagos o impuestos.
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El estado disponía de servicios públicos como el abastecimiento de agua, los baños
públicos…
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Se pagaban impuestos
pero casi la totalidad de ellos iba destinado a mejoras militares, no teniendo
por qué emplearse en mejoras sociales.
Las empresas se
dividían en:
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Públicas: Reguladas por el Estado
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Semipúblicas: pertenecían a sindicatos
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Privadas: eran reguladas por los civiles
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